Aunque hoy disfruto especialmente del rol de facilitador en materia de cumplimiento y ética empresarial, sé de primera mano lo difícil que es apreciar el valor de la formación en Compliance cuando se vive desde el otro lado. Yo también fui ese trabajador que tenía que asistir a sesiones presenciales u online como parte de sus obligaciones laborales. Algunas me interesaban, otras no tanto, y muchas veces, por más impecable que fuera la ejecución, resultaban ajenas a mi día a día y difíciles de conectar con la realidad.

Años después, estando del lado de quienes diseñan e imparten estas formaciones, tengo claro que el problema no está solo en la calidad de los contenidos, sino en lo que ocurre entre una formación y otra. Cuando no existe una estrategia que articule la formación con la cultura organizacional, esta corre el riesgo de convertirse en un ejercicio de «check-the-box», en donde empresa y trabajador simplemente cumplen por cumplir.

¿Qué ocurre cuando la formación en Compliance se convierte en un mero trámite?

1. Se genera una falsa sensación de seguridad en la empresa

Muchas organizaciones destinan apenas unas horas al año a tratar temas de cumplimiento, bajo la creencia de que eso basta para estar cubiertos. Sin embargo, un programa robusto exige continuidad, una planificación basada en los riesgos concretos del negocio y herramientas que refuercen lo aprendido de forma constante. Si las sesiones formativas son la única vía para abordar el Compliance, este se percibirá como algo esporádico, accesorio y desconectado del día a día de la organización.

2. Se utilizan indicadores poco fiables para valorar la calidad de la formación en Compliance

Resulta tentador decir “hemos hecho tantas formaciones en Compliance” como un logro inequívoco. Y aunque la cantidad es un indicador relevante, también lo es la calidad, y para ello se ha de desarrollar indicadores cualitativos que valoren la eficacia de la formación y el grado de ‘engagement’ del personal. No se trata solo de contabilizar sesiones y asistentes, sino de preguntarnos:
¿el contenido fue comprendido?,
¿el personal se siente capacitado para actuar correctamente?,
¿las formaciones están generando conversaciones internas sobre integridad y toma de decisiones?

3. Se fomenta el burocratismo moral

Este término, acuñado por Muel Kaptein en su libro Ethicisms and their Risks, alude a la percepción de que el comportamiento ético surge exclusivamente de sistemas administrativos de reglas diseñadas de forma remota. Cuando las formaciones en Compliance se limitan a sesiones genéricas, sin conexión con los dilemas reales del personal, estas se perciben como mandatos impuestos por desconocidos. El resultado: el contenido pierde relevancia, el aprendizaje se vuelve mecánico y la organización no consigue integrar los valores éticos en su cultura cotidiana.

¿Cómo evitar que nuestro programa de formación en Compliance caiga en un «make up Compliance»?

Afortunadamente, cada vez más empresas están reconociendo estos riesgos y se proponen transformar la manera en que diseñan e imparten la formación en Compliance. Algunas recomendaciones clave para lograrlo:

1. Formación en Compliance segmentada y ajustada a los riesgos reales

No todos los trabajadores enfrentan los mismos dilemas éticos ni están expuestos a los mismos riesgos. Las áreas comerciales pueden requerir mayor énfasis en prevención del soborno, mientras que las áreas de investigación pueden necesitar formación sobre propiedad intelectual. Personalizar es clave.

2. Una estrategia más allá del aula

La formación no debe agotarse en una sesión. Es útil contar con materiales de apoyo como guías prácticas, recursos internos tipo wiki, sesiones de preguntas frecuentes o espacios informales de reflexión. Esto ayuda a consolidar el conocimiento y conectar con la realidad diaria.

3. Escuchar al personal

Recoger el feedback antes y después de la formación permite entender mejor los intereses, dificultades y necesidades. Además, ayuda a que el personal se sienta tomado en cuenta y parte activa de la cultura de cumplimiento.

4. Usar metodologías participativas y creativas

En Ethical Strategists trabajamos con dinámicas innovadoras como Lego Serious Play® para abordar temas complejos como corrupción, igualdad, conflictos de interés o acoso. Estas metodologías invitan a la reflexión, generan conversaciones significativas y permiten a los asistentes involucrarse activamente en lugar de ser meros receptores pasivos.

5. Contar con acompañamiento especializado

Muchas organizaciones intentan diseñar sus programas de formación internamente, pero terminan replicando modelos poco efectivos o desconectados de la realidad del negocio. Contar con expertos permite traducir los riesgos en experiencias formativas valiosas, con contenido ajustado a los retos del sector, ejemplos reales y estrategias de implementación progresiva. Además, garantiza una evaluación continua del impacto y ayuda a construir una narrativa sólida y transversal en torno a la ética empresarial.

¿Y si empezamos por revisar tu plan de formación en Compliance?

Desde Ethical Strategists ayudamos a organizaciones a diagnosticar, rediseñar e implementar programas de formación en cumplimiento que sean más eficaces, participativos y alineados con los valores del negocio. Si estás comprometido con ir más allá del check-the-box y fomentar una cultura ética real, agenda una sesión con nosotros. Estaremos encantados de ayudarte a repensar tu estrategia formativa.