Aunque hoy una de las cosas que más disfruto del Compliance es el rol de facilitador y compartir experiencias y reflexiones sobre la importancia de actuar con ética en los negocios, también sé por vivencias propias lo difícil que es reconocer el valor que tiene la formación en Compliance cuando eres una persona trabajadora y tienes que pasar por horas de sesiones formativas en cumplimiento normativo como parte de tus obligaciones laborales.

En su momento, hice decenas de formaciones presenciales y online de todo tipo como requisito exigido por antiguos empleadores. Recuerdo temas que, aunque me interesaban, no escuchaba activamente por estar pensando en alguna tarea que podría haber estado ejecutando en ese tiempo; en otros casos, las formaciones se sentían tan desconectadas de mi día a día, que era difícil ver todo lo que me planteaban y su importancia.

Y recuerdo que, aunque podía percibirlas teóricamente correctas e implementadas de manera impecable, no las apreciaba del todo. Ahora, unos años después y estando del otro lado, creo que más allá de tener formadores de calidad y un buen material didáctico, el problema está en lo que ocurre entre una formación y otra, y el riesgo de que, a falta de actividades complementarias, la formación en Compliance se convierte en parte de una cultura de check-the-box; esas actividades que la empresa hace por cumplir un requisito, y los empleados asisten o ejecutan por la misma razón, y nadie se detiene a pensar en el por qué.

Cuando se genera esa sensación en la organización, algo está fallando, porque las formaciones se convierten en un ejercicio mecánico en donde empresa y trabajador transan en dedicar un tiempo a una actividad sin validar si está siendo asimilada o no. Llegado a este punto, son varios los peligros:

Se genera una falsa sensación de seguridad en la empresa:

Un programa de formación en Compliance robusto puede prever un par de horas mensuales de formación programada para temas recurrentes, además de alguna formación coyuntural no planificada o eventos para tratar temas específicos; en muchas empresas, el tiempo dedicado a la formación es sustancialmente inferior a ese rango. Si bien es necesario mantener un ciclo de formaciones asociado a los riesgos y abordar temas críticos para formar al personal, no puede ser ésta la única ventana de oportunidad para trasladar Compliance al personal, pues será percibido como un tema inconveniente y esporádico.

Se utilizan indicadores poco fiables para valorar la calidad de la formación en Compliance:

Resulta tentador decir “hemos hecho tantas formaciones en Compliance” como un logro inequívoco. Y aunque la cantidad es un indicador relevante, también lo es la calidad, y para ello se ha de desarrollar indicadores cualitativos que valoren la eficacia de la formación y el grado de ‘engagement’ del personal.

Se fomenta el burocratismo moral:

Un concepto que define el profesor Muel Kaptein en su libro “Ethicisms and their Risks”, y que se refiere a la visión de que el comportamiento ético “es producido por un sistema administrativo de reglas diseñado por una persona de forma remota”. Un riesgo que corremos cuando nuestros programas de formación son limitados a sesiones con experto o formaciones online, es que es muy difícil que el personal sienta que el contenido está asociado a su día a día; por tanto, lo percibirá como un requisito impuesto por alguien que no conoce y que no conoce sus dilemas, retos y dificultades.

Como prevenir que nuestro programa de formación en Compliance caiga en el check-the-box

Lo bueno, en medio de todo, es que se pueden tomar medidas para mejorar el programa de formación y evitar caer en la cultura de check-the-box, y cada vez son más las empresas que son conscientes de esta situación y planifican las formaciones en Compliance con un enfoque estratégico y pensando en que sus trabajadores adopten un rol más participativo.

Para aquellas empresas que están en ese proceso de estructurar y mejorar su programa de formación en Compliance os dejamos algunas recomendaciones:

  1. Cada formación ha de estar asociada a los riesgos de la organización e impartirse a los puestos de trabajo expuestos a cada riesgo en particular. Hemos de formar a nuestras áreas comerciales en prevención de la corrupción; no obstante, puede que las áreas de investigación académica sean más propensas a riesgos relacionados con la propiedad intelectual y requieran profundizar más en ese tema. En consecuencia, se ha de dimensionar la formación a cada área y evitar, en lo posible, dar la misma formación a todos.
  2. La formación ha de entenderse como un todo y no limitarse a cápsulas formativas. Se han de incorporar elementos formativos que vayan más allá del tiempo de duración de las actividades formativas: Elaborar wikis o guías, fomentar sesiones de Q&A, y trabajar en recursos complementarios que contribuyan a integrar el Compliance como parte de la actividad del día a día.
  3. Se ha de tener en cuenta la opinión del personal, tanto para identificar sus principales inquietudes y trabajadores (y por tanto plantear formaciones que les ayuden a responderlas), como después de la sesión de la formación, para saber si la dinámica ha funcionado para cumplir los objetivos.
  4. Se ha de incorporar actividades y dinámicas que motiven al personal y capturen su compromiso a mediano y largo plazo. Por ejemplo, en Ethical Strategists venimos trabajando en dinámicas de Compliance con la metodología Lego® Serious Play® que fomentan la reflexión sobre los valores organizacionales y el abordaje de temas como la corrupción, el soborno, y la igualdad, garantizando que todos los asistentes se involucren en la dinámica y rompiendo así con algunas limitaciones y paradigmas del modelo tradicional de formaciones.

Desde Ethical Strategists, asesoramos a organizaciones en el diseño, implementación y mejora de sus sistemas de Compliance. Queremos ayudar a empresas comprometidas con la ética organizacional a mejorar su gestión; siéntete libre de agendar una sesión de 30 minutos para intercambiar ideas.